En el Macbeth de Shakespeare, al comienzo del primer acto, varias brujas están reunidas en un
aquelarre. Una de ellas espeta que “When the hurlyburly’s done/when the
battle’s lost and won:”. A lo que otra bruja afirma: “That will be ere set of
sun”. Tras la conmmoción de la batalla, sin duda, vendrá la calma. Aunque esa
calma vuelva a ser provisional y aparente. Anthony Drazan lleva a la pantalla un
texto de David Rabe, basado en el misterio de ese término utilizado por el
bardo universal, y transforma una comedia negra en un drama desolado y oscuro,
como el futuro de sus protagonistas, inmersos en varias crisis, personales,
sentimentales y laborales. En el Hollywood de finales de los noventa, una serie
de personajes que comparten piso y/o amistad llenan sus vacías vidas con
drogas, alcohol, sexo y conversaciones pseudofilosóficas sobre el sentido de la
vida, la amistad y el amor. El lenguaje, en estas conversaciones, parece
escurrir su capacidad comunicativa, dando la razón al aviso que contenía La carta de Lord Chandos. La gente no se
entiende, la gente no se escucha, la gente no tiene nada que decir salvo a sí
mismos. El problema con esta historia era ¿cómo pasar a imágenes una obra de
teatro tan densa, una obra que, por otro lado, había disfrutado de un merecido
éxito en escena? La respuesta es sencilla: si bien la dirección no es
particularmente imaginativa o creativa, tanto el guión como los actores sí que son magníficos, magnéticos, salvajes e incómodos. Por su parte, Sean Penn, Chazz Palmintieri, Robin Wright, Kevin Spacey, Anna
Paquin, Meg Ryan y Garry Shandling entregan unas convincentes y veraces interpretaciones.
En particular la de Penn, que consiguió la Copa Volpi en Venecia.
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