El agente Peter Sandza (Kirk
Douglas)
trabaja para una agencia secreta del
Gobierno USAmericano. Un día, en un lugar indeterminado de lo que el Foreign Office llama Oriente Medio, unos
individuos secuestran a su hijo porque, al parecer, tiene algún tipo de poder
extrasensorial que puede ser utilizado como arma psicológica. De vuelta a
Chicago, el padre, desesperado, comienza su búsqueda. Convencional thriller de intriga, sobre la telepatía
y los poderes psicométricos, tan en boga en la época (Equus, Viaje al fondo de la
mente, Alarma: catástrofe o Scanners), con algún elemento fantástico
y en la línea, por tanto, de su predecesor éxito Carrie. Sobre tan extrañas habilidades mentales se ha levantado
parte del edificio de la Marvel así como un constante goteo de films, como la reciente Chronicle, de Josh Trank. Con los
típicos alardes técnicos del director, alguna que otra repetición (varios travellings semicirculares) y una ultraconsciente
planificación, La furia no destaca especialmente,
ni siquiera dentro de la muy sobrevalorada filmografía del director, salvo por la
BSO de John Williams, inspirada en el estilo de Bernard Hermann, y por un
conjunto de convicentes interpretaciones. Además, vista hoy, sorprende algún
que otro momento paródico (dos policías jugando con sus walkies talkies) así como varias escenas de un humor involuntario
(un doctor hablando del “mundo plasmático”). Por otro lado, fruto de la
cinefilia constante del director, hay también un homenaje a los giallo de Argento.
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