La máquina palomitera de
Hollywood vuelve a cagarla. En este caso, tenemos una chorradaca infográfica
sobre la aceptable creación previa de Frank Miller, que funciona como una
especie de precuela en relación con el éxito previo de Zack Snyder (de ahí lo
de las Guerras Médicas), y que llena la pantalla con sangre digital, cientos de
miles de extras pixelados y una trama ramplona e infantiloide. Es decir, que
banaliza lo que Snyder pretendió trascender con su crónica visual de la batalla
de las Termópilas. Lo que en 300 era una
originalidad polémica, aquí es rutina escabechada. Ni siquiera los abdominales pintados
impregnan la retina del espectador. Una de las pocas cosas que pueden producir
algún tipo de emoción en el público es alguno de esos polvos helenos que
salpican la trama, especialmente el que protagoniza una maravillosa Eva Green.
Aunque, eso sí, son polvos sin amores: puro empotrismo, de ese que está tan de
moda ahora, en estos tiempos que corren donde no hay ocasión para ningún tipo
de preliminar. Como dice Artemisa: “you fight much harder than you fuck”. Este
es el nivel de los diálogos.
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