En 1997, Vincenzo Natali
sorprendió a propios e impropios con una claustrofóbica obra maestra que
sacudió y asustó, mediante el boca/oreja, a miles de espectadores en todo el
mundo. El film se llamaba Cube y proponía una extraña historia
sobre un pequeño grupo de seres humanos que tienen que sobrevivir dentro de lo
que parece un mundo formado por cajas interconectadas entre sí que, además,
esconden algunas de las más refinadas trampas mortales. Pues bien, este Cube Zero supone el capítulo uno de esta
historia: como el día de antes, como la semana de antes. A una realización
televisiva, le acompaña una historia que sorprende en algunos puntos pero que
desbarra en varios giros de guión, tramposos, inexplicables y absurdos. Algo
así como una versión barata del Cabin in
the Woods. Además del juego intelectual que proponía la cinta original, la
tensión y el suspense de la trama, así como el sorprendente y cruel diseño de
las trampas de las cajas, el principal acierto del film de Natali consistía en abrir el final a las variadas
reflexiones de cada espectador. En este caso, sin embargo, el desenlace encaja
a la perfección con la película de 1999 aunque se pierde todo el encanto, todo
el misterio, toda la incertidumbre primigenia.
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