Aceptable thriller de acción sobre el mundo de la droga en Marsella, rodado
con gusto y elegancia por un jubilado Robert Parrish y con la presencia de los
siempre estupendos James Mason, Michael Caine y Anthony Quinn. El argumento
sigue los elementos canónicos del género (el papel de las élites en el tráfico
de drogas, la complicidad policial, la labor de los asesinos a sueldo para que
nadie “de bien” se manche las manos, la heroicidad del hombre incorrupto, etc.)
pero los dota de una singularidad especial, gracias a una dirección sobria pero
que no renuncia a las pinceladas artísticas (con el color, con la iluminación)
y con elegantes y fluidos movimientos de cámara. En este sentido, Parrish deja
su impronta, por ejemplo, en algunas secuencias muy inteligentemente enlazadas,
como la de la furgoneta y el tren. Se nota que el director consiguió un Oscar
al mejor montaje por la excelente versión de Cuerpo y alma del tándem Rossen-Polonsky, en 1947.
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