Una droga administrada
a simios parece regenerar las células cerebrales dañadas e incrementar la
capacidad mental. Cuando un accidente provoca el sacrificio de todos los
chimpancés de un laboratorio en San Francisco, el investigador principal (James
Franco) salva la vida de una cría, a la que mantiene con vida en su propia
casa. Después de unos años, prueba la droga con su propio padre, que sufre de
Alzheimer, con excelentes resultados. Sin embargo, las cosas no sucederán como
se esperan, ni para el padre ni para la cría que salvó, ahora un chimpancé
adulto, muy inteligente y, por tanto, muy concienciado de la situación en la
que los humanos colocan al resto de los animales, especialmente a sus
congéneres simios. Rupert Wyatt dirige una inflamada película sobre la rebelión
de los simios, cuyas características más evidentes son unos efectos visuales que
saturan y que no son del todo creíbles, un ritmo y un montaje trepidantes (donde
muchas cosas ocurren precipitadamente), unos movimientos de cámara imposibles, un
suspense bastante conseguido y, claro, varias imágenes bien poderosas, aunque (por
otro lado) algunos elementos van metiéndose con calzador para que encajen con El planeta de los simios original. Si el
espectador simpatiza con lo que ocurre en pantalla es que los seres humanos no
lo estamos haciendo tan bien como nos creemos.
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