La cultura
occidental ha sido capaz de producir a Beethoven y a Walt Whitman pero también
la cámara de gas y el Holocausto. Incluso muchos nazis (como ha subrayado
George Steiner), leían a Rilke o tocaban a Schubert por la mañana y torturaban y
masacraban por la tarde. Y son muchos los esfuerzos que se han realizado para
explicar y comprender el exterminio provocado por los nazis durante la 2ª
Guerra Mundial. Esta película es uno de esos esfuerzos. William Styron, tras su
controvertida novela The Confessions of
Nat Turner, escribió la historia de Sophie, una polaca católica no judía
que, tras la guerra, emigra a los USA,
donde conoce a Nathan (del que se enamora) y, posteriormente, a Stingo, un
escritor en ciernes que se transforma en el mejor amigo de la pareja. Alan J.
Pakula dirigió (unos pocos años antes del Historikerstreit alemán) este intenso drama sobre la
experiencia de los campos de concentración y sobre el recuerdo traumático e imborrable
que deja en las personas que lo han vivido, especialmente cuando han tenido que
realizar trágicas elecciones y han sobrevivido tanto a ellas como a la
barbarie. Meryl Streep realiza una interpretación antológica (no solamente con
las distintas lenguas o acentos que debe hablar sino también a nivel emocional,
gestual), apoyada por una solvente pareja masculina, Kevin Kline y Peter
MacNicol. El guión juega bastante bien sus bazas (aunque se vea lastrado por un
elemento folletinesco, melodramático, sentimental) pero la película se alarga innecesariamente hasta los 150’.
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