Laura es una
mujer fascinante. Es hermosa, sensible e inteligente hasta la embriaguez. Tiene
gustos exquisitos, viste estilizadamente y su conversación sacia el paladar más
exigente. Laura es, en definitiva, Gene Tierney. Y alguien la ha asesinado. Con
esta premisa tan sugestiva como espeluznante, Otto Preminger traza un
sofisticado thriller, con la figura
del detective (Dana Andrews), en busca del asesino, como catalizador de toda la
trama. Alrededor de él, el prometido de la víctima (interpretado por Vincent
Price), una amiga (Judith Anderson) y, sobre todo, el influyente tutor y
protector de Laura, Waldo Lydecker (Clifton Webb) -en un papel que recuerda al
de George Sanders en Eva al desnudo y
al de Laurence Olivier en La Huella-.
Y como todos ellos son sospechosos, el misterio está servido, por tanto.
Preminger instituye una clase de film
noir, con protagonistas de clase alta y del mundo del arte, respetuoso con
las convenciones del género pero de un retorcimiento moral considerable, que
influirá poderosamente en autores como Alfred Hitchcock y su Vértigo o en David Lynch, que le rendirá
homenaje en Twin Peaks con su
archifamoso leit motiv “¿quién mató a
Laura Palmer?”. Rodada enteramente en los estudios de la 20th Century Fox,
destaca por su impoluto guión, repleto de suspense y agudeza (no por
casualidad, el productor era Joseph Leo Mankiewicz), por unas maravillosas
interpretaciones, por su elegante puesta en escena, por su competente
iluminación, por la BSO y por sus dos últimos minutos: de un dinamismo y de una
perfección técnica admirables.
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