Magnífico drama primerizo del
gran Douglas Sirk, construido alrededor de Pylon,
una iconoclasta novela de William Faulkner. Tanto la una como el otro desbordan
pasiones, sordidez y elementos trágicos, aunque la trama de la película de Sirk
no sea tan arriesgada como la obra de Faulkner. Sin embargo, el propio escritor
quedó satisfecho con esta magnífica adaptación. La historia se centra en la
admiración que despierta la forma de vida y el heroísmo de un piloto de acrobacias (Robert Stack), que vive junto con su mujer (Dorothy Malone) y su
hijo, en la conciencia torturada de un innominado periodista alcohólico que, no
por casualidad, anda a la caza de la “historia de interés humano” definitiva y
que, por otro lado, se siente inexorablemente atraído por estas extrañas
personas que sobreviven al margen del sueño americano. Este papel es
interpretado con admirable dignidad por un Rock Hudson que merece una
definitiva reevaluación. Solo un año antes, el cirujano Sirk había rodado otra
de sus obras maestras con el mismo terceto protagonista. Magnífica fotografía
en B&W y en Cinemascope, a propósito.
Y, por cierto, resultaría interesante rastrear las conexiones de este film con el dramático Los temerarios del aire, dirigida por otro de esos enormes directores USAmericanos eclipsados por los 4 o 5 grandes: John Frankenheimer.
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