Justo 5 años después de La trampa de la muerte (un rompocabezas de intriga al estilo de
La huella), Arthru Penn corrió el
telón del teatro para presentar su pequeño divertimento escénico, mitad
thriller, mitad complot psicológico. El argumento proviene de una película de
1948 dirigida por Joseph H. Lewis, Mi
nombre es Julia Ross: una
actriz sin mucho éxito es contratada por un productor minusválido para que
sustituya a una actriz recientemente fallecida de una trombosis. Sin embargo,
las cosas no son como parecen y lo que se presenta como una oportunidad
laboral, en realidad es una auténtica trampa. Penn
consigue localizar perfectamente a todos los personajes en las cuatro paredes
de la mansión, espolea a las mil maravillas unas magníficas interpretaciones
(en particular, el triple papel de Mary Steenburgen) y consigue crear un
producto para pasar un mal rato. Roddy McDowall, por su parte, vuelve a
"sorprender" al espectador con su casi sempiterno papel de torvo
leguleyo. Muy aconsejable para una tarde de lluvia y miedo.
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