Dos amigos se encuentran en un
bar. Uno acaba de ser despedido y vive con su mujer y su bebé a punto de ser
desahuciados (Pat Healy). El otro es un crápula que vive a salto de mata, entre mujeres y
drogas. Mientras celebran su reencuentro, reviven los años de instituto y se
quejan de sus miserias actuales, un cuarentón opulento de Los Angeles les
ofrece compartir con ellos el cumpleaños de su joven y hermosa mujer. Según
avanza la noche, la pareja high class
propondrá a los amigos lumpen toda
clase de pasatiempos pecuniarios (cheap thrills) para su propio y superficial regocijo. Pero lo que no saben los
amigos es que la intensidad y dureza de las pruebas irán incrementando conforme
se desquicie la juerga. El joven director neoyorkino E.L Katz, encaja en poco
más de una hora y viente, una versión gore de Project X: es decir, una fiesta que se sale de madre, pero esta vez
de la peor de las maneras. O de la mejor, según se mire. Situaciones estereotipadas,
contexto de crisis económica, lucha por la supervivencia, moral blue collar y una visión ácida y cruel de
las clases pudientes (como la de Entre
pillos anda el juego) son los retazos temáticos y argumentales del
experimento. El resultado, paradojas a parte, es un brindis por la osadía del
conformismo. Una burla contra el matón del cole.
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